domingo, 4 de marzo de 2012

Nuestro reflejo ante los demás


Recordemos la obra teatral “La casa de Bernarda Alba,  la dueña de la casa se caracterizaba por ser una mujer hipócrita, que pretendía tener una reputación perfecta ante sus conocidos, y que mostraba dos maneras de ser distintas dependiendo de si se encontraba dentro o fuera de la casa.

Éste es sólo un ejemplo de esa frase que dice: “Las apariencias engañan”, pero ¿nos hemos planteado alguna vez si nosotros guardamos también las apariencias ante los demás?

En la mayoría de los casos esa respuesta resultará afirmativa, ya que antes o después todos hemos fingido en algún momento de nuestra vida ser alguien diferente a quién de verdad somos, o hemos “maquillado” las ideas y actos que realmente querríamos mostrar. De hecho, gran parte de lo que solemos denominar “cortesía” en eventos sociales consiste ciertamente en no prestar atención a aquellos aspectos de nuestro comportamiento que podrían dejarnos en evidencia ante los demás.  ¿Quién no ha saludado a alguien alguna vez sólo por ser políticamente correcto? O, ¿Cuántas veces hemos mantenido la compostura en algún acontecimiento cuando en realidad estábamos deseando irnos?

Aunque no lo parezca nuestra vida no transcurre sencillamente. Utilizamos el contacto social como una especie de instrumento protector esperando que, a cambio, las propias debilidades no se expongan deliberadamente ante los demás.  Sin darnos cuenta, solemos tener bastante destreza para controlar los gestos y expresiones que utilizamos al interactuar con nuestro entorno.  Con el tiempo modelamos nuestros pensamientos y actitudes para “cumplir con las expectativas de los demás”. Pero, ¿hasta qué punto somos de verdad nuestra propia esencia?

Debemos ser nosotros mismos evitando pensar el reflejo que transmitimos a los demás. Descubrir lo que somos y queremos ser, y no basarnos en lo que el  resto espera de nosotros. No digo que conseguirlo sea una tarea fácil, sería muy utópico y osado por mi parte, pero si es cierto que una vez que descubres tus capacidades y debilidades y te comprometes a actuar en función de quién eres, la felicidad se encuentra al alcance de tu mano.

Y es que, la mayor traición del ser humano, es incumplir nuestros propios valores.

Como dijo el vocalista del grupo Nirvana, Kurt Kobain: 
"Prefiero que la gente me odie por ser quién soy, a que la gente me ame por lo que no soy"

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