viernes, 17 de febrero de 2012

Límite de principios


Habitualmente tenemos tendencia a criticar todo aquéllo que va en contra de la moralidad que poseemos. Ahora bien, ¿hasta qué punto somos fieles a nuestros ideales?

Soy consciente de la dificultad de abordar esta pregunta, al igual que también me resulta evidente como algunos de los que leáis esta entrada, si gozáis de un espíritu en gran medida rebelde, responderéis de manera inmediata defendiendo vuestra lealtad moral "infranqueable". 

Y sí ciertamente pongo en duda la fidelidad al ideario que poséis ya que es posible que al terminar de leer este blog muchos os encontraréis dubitativos en vuestra respuesta. Primero vayamos a lo sencillo.


Normalmente, intentamos actuar y tomar decisiones en base a los valores y principios morales de cada uno, es algo innegable. Este hecho suele intensificarse en nosotros en la edad juvenil, en la cual pretendemos ser más libres y más independientes, como consecuencia de ese espíritu soñador y luchador que nos acompaña en estas edades. Honestamente, considero que las ideas de libertinaje y progreso disminuyen en una gran mayoría de las personas en la misma proporción que aumentan sus responsabilidades ante la vida. Siéntete afortunado si algún día este caso es el tuyo.


Pensaréis que he perdido la cordura en mi última frase, pero no, dentro de unos minutos también afirmaréis lo mismo que yo. Los "bienaventurados" anteriores únicamente renunciarán a luchar abiertamente por algunas de esas ideas, mientras que, aquéllos que en algún momento de su vida se planteen un dilema como el que viene a continuación, deberán elegir entre su moralidad y sus responsabilidades. 


Este ejemplo fue propuesto por mi profesor de Sociología durante una clase. La situación es la siguiente: 


Juan, un publicista y padre de familia de nivel adquisitivo medio (con hipoteca, facturas, gastos etc.), es elegido para realizar una campaña de una empresa deportiva que supondrá unos grandes beneficios para su agencia. El hombre descubre que los productos del anuncio son realizados por trabajadores en condiciones abusivas y que atentan contra su dignidad humana. Juan siempre se ha opuesto a comprar productos que pudieran ser fabricados así, por lo que busca la manera de convencer a su jefe para que rechace la campaña o le sea traspasada a un compañero. Sin embargo, le resulta imposible. Tiene dos opciones:


-Por un lado, aceptar el proyecto intentando ignorar la oscura trama que hay detrás, ya que piensa: "si no lo hago yo, lo terminará haciendo otro. Tengo una familia que mantener. Ser un profesional también implica dejar de lado lo personal. Probaré a hacer la campaña de manera objetiva"


-Por otro lado, puede negarse a trabajar en ese anuncio, lo que conlleva el despido. Muchos pensaréis que tiene que existir alguna protección legal para el trabajador pero, es bien sabido que antes o después este incidente le pasará factura.


Este ejemplo puede ser aplicado al abogado que debe defender a un cliente que es claramente culpable, o el médico que tiene que salvar la vida de un conductor ebrio que provoca un accidente de tráfico. En cualquier profesión pueden existir este tipo de conflictos éticos. La cuestión es: ¿debemos ser profesionales, o por el contrario, seguir nuestros principios?


La respuesta de mi profesor fue la siguiente: "Aquél que en este caso fuese fiel a sus principios puede marcharse ya de esta clase, el resto seréis antes o después ratillas del sistema". 

En ese momento ninguno de los allí presentes nos levantamos, aunque no puedo negar, que no hayamos reflexionado sobre este gran dilema. Quizás de aquí a que terminemos la carrera alguno decidamos realmente salir por la puerta y seguir viviendo de manera libre e independiente, ya que es difícil tener el valor de seguir fieles a nosotros y atrevernos a nadar a contracorriente.


Y tú, ¿saldrías por la puerta?


miércoles, 15 de febrero de 2012

El poder de las palabras.

Utilizamos miles de palabras al cabo del día, construimos cientos de frases, intentamos controlar varios idiomas, pero ¿cuál es el verdadero impacto que ejercen las palabras en nosotros?

Normalmente, pensamos que cuantas más palabras usemos mejor podremos comunicar lo que sentimos. ¡Qué equivocados estamos creyendo esto!. A menudo, el verdadero don de la palabra no se encuentra en la cantidad, si no en tener la capacidad de emplear los términos que son adecuados en cada momento. Prueba de ello es el siguiente video:


Así es, las palabras afectan tanto de manera consciente o inconsciente en  nuestra forma de pensar y actuar. Este hecho influye, sobre todo, en la etapa infantil, en la cual creemos ser lo que nos dicen que somos, (desgraciadamente, esta situación permanece en algunas personas durante toda su vida). 


Una prueba de ello, es un estudio realizado en Gran Bretaña en los años 60, en relación a la influencia en los niños de las palabras. Primeramente, dividieron a los alumnos en varios grupos en función de su capacidad intelectual. Aquéllos que tenían una gran coeficiente y se les comunicaba obtenían grandes resultados, mientras que los estudiantes informados de sus escasos resultados terminaban dejando el curso o frustrados. Posteriormente, se cambiaron los resultados, es decir, aquéllos con mayor coeficiente eran engañados haciéndoles creer que eran los peores, obteniendo así peores notas o incluso abandonando. Por el contrario, aquellos que obtenían resultados  más ajustados y se les hacía creer que eran brillantes, alcanzaban excelentes calificaciones en pocos meses. 

Este simple ejemplo nos sirve para darnos cuenta de la importancia de las  palabras a la hora de engrandecer o aplastar nuestro espíritu. Las palabras pueden hacer que demos a alguien la llave de su poder o quitárselo, pero depende de nosotros tener la maestría suficiente para saber utilizarlas. Como diría el filósofo y escritor francés Voltaire:
              "Una palabra mal colocada, estropea el más bello pensamiento"

Buenas noches.


domingo, 12 de febrero de 2012

El vaivén de las emociones



Para esta nueva entrada tenía pensado escribir sobre un tema completamente distinto, pero al fin y al cabo, la vida es algo imprevisible y hoy me siento en la necesidad de escribir acerca algo que resulta inherente en el ser humano, las emociones.

La Real Academia Española de la Lengua define la palabra emoción de la siguiente manera:
"Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática"
Obviamente, esta definición es claramente correcta, pero quizás pecando de sentimental, debo reconocer que me resulta demasiado fría y racional para describir este tipo de sensaciones. Y es que, contradictoriamente, sentir es eso, un hecho básicamente irracional.

Al contrario, que en la física o en un partido de fútbol, en los sentimientos no existen teorías ni reglas. Nadie puede mandar en las emociones, en ocasiones, ni siquiera nosotros mismos somos capaces de hacerlo. Podemos prometernos evitar querer u odiar a alguien, pero será realmente nuestro corazón quién lleve la batuta a la hora de decidir que debemos sentir.

Cada uno tenemos una manera de expresarlo o de esconderlo, pero en el fondo, todos somos esclavos de lo que sentimos obteniendo como resultado de ello, la personalidad y las decisiones de cada uno de nosotros.

Miedo, alegría o tristeza son algunas de las muchas de emociones que vivimos cada día; y aquí es donde reside el verdadero reto, en saber qué hacer con ellas día a día, buscar ese límite en el que debemos de controlarlas o simplemente dejarnos llevar. Los expertos denominan este hecho inteligencia emocional, aunque desde mi punto de vista es simplemente el resultado del uso del sentido común.

Saber qué hacer o que decisión tomar en cada momento para evitar hacer daño a aquéllos que nos resultan importantes en nuestra vida, y, por supuesto, para esquivar nuestro propio dolor; pero siendo también honestos y consecuentes con las señales que notamos fruto de los hechos de la vida y tener el valor para transmitirlo, ése es el verdadero tira y afloja de las emociones.

Pero, ¿qué hay de esa felicidad que también nos aportan algunos sentimientos? Sentir es también vivir, es disfrutar de momentos mágicos que ni los maestros de la palabra a veces pueden describir, es estremecerse con una mirada o con un simple gesto, y como no, soñar con nuevos retos e ilusiones.

Al fin y al cabo, las emociones, para bien o para mal, conforman uno de esos factores imprevisibles de la vida. Por ello nunca olvidéis la siguiente frase del físico y matemático Blaise Pascal:
                        "El corazón tiene razones, que la razón ignora"

viernes, 10 de febrero de 2012

Sin miedo a dejar de ser Peter Pan


En el día de ayer, tras mantener una conversación con una adolescente de trece años;  comencé a cuestionarme en qué momento dejamos de ser niños.  ¿Cuál es la clave exacta para que esa dulce inocencia desaparezca en nosotros y empezar a asumir responsabilidades?

Crecer y envejecer es algo obligatorio en la vida, sin embargo, madurar resulta opcional.

Se puede ser muy joven en la vida y tener una madurez extraordinaria, o por el contrario, intentar ser siempre como Peter Pan  y con ello evitar tener propósitos ante la vida.

Madurar no es algo físico, es una cuestión de actitud, y ciertamente, en muchas ocasiones no es una tarea fácil. Hacerse mayor implica tomar conciencia de tu propia vida, y mirar los errores del pasado, no para lamentarnos por ellos, si no para intentar corregirlos. También  conlleva intentar alcanzar nuestras propias metas para ser felices con nosotros mismos y conseguir la confianza necesaria para creer en nuestras capacidades ante las adversidades que se presenten en el camino.

Y es que convertirse en adulto va acompañado de vivir nuevas experiencias, y desgraciadamente quizás algunas de ellas nos resulten dolorosas;  y ahí es donde está el verdadero reto, en superarlas. El día menos pensado, descubriremos que, sin darnos cuenta, hemos pasado a ser personas más realizadas, fuertes y valiosas.

Debemos intentar ser felices por lo que somos, y no sólo por lo que tenemos; valorarnos, confiar en nosotros, aprender de nuestros errores,  y ser capaces de superarnos día a día; pero eso sí, siempre debemos dejar un huequito en nuestras vidas para creer en “un país de Nunca Jamás” ya que, al igual que en los niños, la ilusión también forma parte de nuestra felicidad.

jueves, 9 de febrero de 2012

El valor del ser humano



Una vez más regreso a este blog para plasmar en él una nueva reflexión, en esta ocasión para meditar sobre el valor del ser humano. Puede parecer algo extraño e incoherente, pero a día de hoy  la importancia del ser humano, y con ello los principios que todo hombre debería tener; también se encuentran en época de crisis.

Es difícil llegar a entender como valores como el respeto, la justicia, la integridad o la dignidad humana son constantemente pisoteados en nuestra sociedad. Cada día somos testigos de  numerosas noticias a través de los medios en las cuales los principios de las personas son despreciados e ignorados, y este hecho resulta para mí aún más triste sabiendo, como estudiante de comunicación que soy, que la información transmitida por los medios es a menudo seleccionada para ocultar realidades aún peores debido a los  intereses de nuestros  políticos. Con todo esto, me pregunto:  ¿En qué momento las personas dejamos de ser el centro de la vida? ¿Se puede concebir una sociedad sin el respeto a los derechos humanos?

Sinceramente, no tengo una respuesta clara; pero intentaré apelar a la ética y la filosofía para  para responder esta complicada cuestión.  Como dirían filósofos  humanistas de la talla de Erasmo de Rotterdam o Petrarca: “La dignidad y el valor del individuo son fundamentales para el desarrollo de las sociedades y los países”. Por tanto, ¿Cómo podemos permitirnos permanecer impasibles al ver como nuestros derechos resultan invalidados?

Sé que a nivel individual, es imposible intentar cambiar esta realidad con el simple uso de mis palabras, pero al menos me llevo la satisfacción de pensar que todos aquellos que leáis este blog, dedicareis al terminar su lectura un par de minutos para reflexionar sobre esta cuestión, y con suerte y un poco de amor propio, este blog surgirá un efecto en vosotros a corto o medio plazo.

Por último, dedicaré unas palabras al señor De la Riva, alcalde de mi ciudad, sobre sus polémicas declaraciones acerca del aborto, y aunque no sea muy honesto por mi parte, permitirme darle un consejo a nivel personal:
"Compórtate en todo momento con la honestidad de un auténtico profesional, tomando todas tus decisiones con el respeto que te debes a ti mismo y aquéllos a los cuales influye tu cargo,  de tal modo que te hagas así merecedor de vivir con plenitud tu profesión"
Me despido por ahora, no sin antes dejaros algunas imágenes sobre Fotografía Humanitaria del periodista Gervasio Sánchez, las cuales sitúan al ser humano como centro de la imagen, filosofía que también deberíamos aplicar nosotros cada día a nuestra vida.



 


miércoles, 8 de febrero de 2012

Etapas.

"La vida es un continuo cambio", así definiría el día de hoy. 

Es curioso como muchas veces no somos conscientes de ello, pero cada día incluso, cada minuto es un devenir incesante de sucesos.
Aceptar los cambios y aprender de ellos forma parte de nuestro crecimiento como personas, aunque en ocasiones no sea un camino fácil. Asumir decisiones, proponerse nuevos retos o entablar nuevas relaciones; todo conlleva un riesgo a lo desconocido, a lo impredecible. Pero, ¿qué sería de nosotros si no asumiésemos riesgos?

Un gran hombre me dijo una vez: "la vida es un riesgo constante"; y no le faltó razón. Frecuentemente, nos dejamos llevar por el miedo y el desconocimiento, y en mi opinión, siempre es mejor arrepentirse de aquello que has hecho, que de lo que has dejado por hacer. Todo es un riesgo: reír, es arriesgarse a que te llamen tonto; llorar, a que te llamen sentimental.  Pero, solo a través del riesgo se logra la propia libertad personal.

Hoy se cierra una etapa en mi vida, es hora de abrir una nueva ventana y recuperar mi propia esencia, recordar quién era, reflexionar quién soy y proponerme quién quiero llegar a ser. Será difícil, pero por el momento es algo que únicamente puedo hacer en solitario. Analizar mis errores, establecer nuevas metas y descubrir cuales son mis límites; son algunos de esos nuevos propósitos,  pero siempre contando con el apoyo de los que siempre han estado ahí.

Después de tantos altibajos, me debo un tiempo para mí, para devolverme esa autoestima perdida y encontrar ese coraje y carácter luchador que me caracterizaban. Me lo debo.
Mañana, es el primer día de esa nueva etapa, y cómo no, pronto volveré para escribir sobre ello.
Buenas noches.

sábado, 4 de febrero de 2012

Unos meses después...

Tras meses de ausencia hoy vuelvo a este blog, es curioso recordar como veía mi vida hace tan sólo unos meses, y sobre todo, ver como han cambiado tanto las cosas.

No todo ha sido como imaginaba en aquella época en la que escribí mi última entrada, han sido meses de momentos duros y difíciles, meses de decisiones, de sorpresas y de adquirir más responsabilidades.

Durante este tiempo he conocido gente maravillosa, y por qué no decirlo, algunos de ellos han conseguido robarme un trozito de mi corazón. Otros, sin embargo, me han hecho darme cuenta de mis errores, en ocasiones para aprender que hay quién por mucho que deseemos nunca cambiará. Pero cómo no, toda buena regla posee su excepción. Esa excepción que hoy hace que vuelva a creer en mi, que durante estos meses ha sido imprescindible y quién me ha demostrado que en ocasiones, merece la pena dar una segunda oportunidad. 
Por último, tengo que nombrar a mis fieles amigos, los que siempre han estado ahí y confío que lo sigan estando mucho tiempo.
Volveré pronto, lo prometo.