Para bien o para mal, siempre he sido de
esas personas que creen en el destino, de ésas que piensan que la historia de
cada uno de nosotros está ya determinada y escrita con tinta invisible desde el
primer momento, pero que solo muestra sus trazos cuando ese “futuro” ha pasado
a ser denominado presente.
Poco a poco, descubrimos como el destino
ha tejido sus hilos de manera
indescifrable y enrevesada ante nosotros. Lo mejor de esta fuerza sobrenatural
es que existe el rincón para los caprichos que ésta desea marcar en nuestras
vidas dejando así lugar para la sorpresa. Quizás un día despiertes y alguien
que era un desconocido unos meses atrás se haya convertido en un pilar
fundamental de tu vida.
Ni el mejor
vidente podrá decirnos jamás donde encontraremos algún día a
una persona que marcará una etapa en nuestro ciclo vital, si una decisión es o no correcta, o quién será
el amor que deje una huella imborrable para el resto de nuestras vidas.
Quizás después de un tiempo miremos hacia
atrás y nos demos cuenta de que las pistas que nos daba el destino para
resolver cada enigma que nos planteaba habían estado siempre ahí, que las
casualidades no existen y que todo lo que ocurre tiene un por qué.
Hace un tiempo no hubiese imaginado que estaría
escribiendo esto pero los caprichos del
destino y las circunstancias de la vida han contribuido a que sea así.
Nunca imaginas lo que una persona llegará
a sorprenderte, y mucho menos lo que será capaz de hacer por ti sin pedirte
nada a cambio. Es fácil sentirse afortunada sabiendo que, a pesar de los errores
cometidos, hay alguien con la capacidad suficiente para perdonarte y dejarlos a
un lado porque en el fondo piensa que merece la pena seguir permaneciendo a tu
lado.
Es cierto que en ocasiones los
defectos de cada uno salen a la luz y todo toma un rumbo algo tormentoso, pero
cuando es alguien que en los momentos cruciales siempre ha estado ahí y te ha
tendido su mano para levantarte si era necesario, todos esos pequeños defectos
queden en un segundo o tercer plano.
Pocas veces en la vida tenemos la
oportunidad de conocer a alguien de manera casual y ver día tras día que es una persona completamente diferente a quién en un comienzo habías imaginado que era,
pero aún es más inusual que la sinceridad posea desde el primer instante el papel
principal en esa partida. Es curioso observar como paso tras paso “el enigma”
queda al descubierto y las fortalezas y debilidades de cada uno quedan visibles
ante el otro. En el fondo poco importa mostrar ese lado débil cuando ves como
la persona que tienes delante muestra diariamente la confianza que tiene
depositada en ti y pasa a ser alguien casi imprescindible conviertiendose en una esas personas que
si un día no dan señales en tu vida, ese día pasa a volverse un tanto extraño.
Podría escribir muchos párrafos más explicando
cada detalle de esta historia, pero como bien sabes soy alguien que prefiere
demostrar la importancia que posee para mí una persona a través de los hechos,
algo que tu has hecho ya durante un tiempo que ha sido crucial para mí y por
lo que siempre estaré en deuda contigo. Me has demostrado los valores
que solo los grandes héroes poseen pero además me has recordado quién era,
quién soy y quién quiero ser, y todo ello sin pedir nada a cambio, lo cual te
hace aún más grande. Y es que la grandeza de un hombre se puede manifestar en los grandes momentos, pero se forma en los momentos cotidianos, porque son esos pequeños detalles del día a día los que marcan la diferencia.