¿Cuántas veces hemos escuchado decir que algo era imposible?
¿Cuántas veces hemos visto a alguien tirar la toalla antes de recuperar las
fuerzas perdidas y las ganas para volver a intentar aquello que tanto anhelaban?
Particularmente, he sido de ese grupo de "pragmáticos" que creían en la existencia de los
imposibles, que pensaban que había cosas que quizás jamás podrían cumplirse. Pese a que muchos consideren que la semejanza es muy alta, a día de hoy prefiero
pensar que no hay cosas imposibles, sino “improbables”.
Una conocida serie de televisión española hablaba en uno de
sus capítulos de esta pequeña diferencia entre ambas palabras. La mayoría de sus protagonistas preferían
quedarse con la improbabilidad, ya que, aunque fuese difícil que su sueño se
llevase a cabo, siempre quedaba una puerta entreabierta la cual hacía de ese
mismo hecho algo “probable”.
La historia está llena de acontecimientos que eran improbables
pero que sucedieron: la victoria de David a Goliat, un afroamericano habitando
en la Casa Blanca... y otros muchos más hechos que no han tenido gran trascendencia a nivel universal pero que sí que marcaron un antes y después para sus protagonistas.
Quizás estas anécdotas fueron calificadas en su momento como "algo imposible”,
pero fueron aquellos contaron con una gran capacidad de superación y perseverancia lo que lo consiguieron. No nos engañemos; la razón que suele convertir un suceso en imposible, es nuestro miedo a
fracasar.
El boxeador estadounidense Muhammad Alí dijo una vez: "Imposible
es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el
mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para
cambiarlo. “Imposible” no es un hecho, es una opinión. “Imposible” no es una
declaración, es un reto. “Imposible” es potencial. “Imposible” es temporal, “Imposible”
es nada"
Puede que encontremos en el camino a nuestro sueño una ruta alternativa que nos haga igual o más felices y decidamos seguirla, pero al menos cada vez que echemos la vista atrás, podremos decir con la cabeza bien alta que luchamos por el que era nuestro sueño y que superamos cada dificultad que hubo en nuestro recorrido, por lo que podremos sentirnos orgullos de nuestra ambición. Nadie dijo que algo en esta vida fuese fácil y es que para la mayoría de los mortales... sin sufrimiento, no hay recompensa.
¿De verdad creen que la mayoría de los deportistas que han ganado medallas olímpicas lo hicieron sin ningún esfuerzo? No seamos ilusos, gran parte de ellos tenían a sus espaldas horas y horas de entrenamiento, pero estoy convencida que todo ello se vio recompensado con cada pequeño éxito que fueron consiguiendo.
Luchar por conseguir nuestros sueños por muy improbables que
parezcan nos hará siempre crecer como personas. Posiblemente encontremos obstáculos
una y otra vez, pero, sólo los que cuenten con la verdadera fortaleza para
levantarse y seguir adelante, tendrán la oportunidad de llegar a la cima. Serán
muchos conocidos o amigos los que piensen que nunca alcanzaremos nuestro
objetivo o que quizás tanto esfuerzo resultará inútil, pero mientras nosotros tengamos
la fe de que algún día llegará ese golpe de suerte que nos dé la recompensa que
tanto habíamos deseado debemos seguir luchando.
Por eso, para todos los que tengan un sueño, y que a día de hoy cuenten con la fuerza, la valentía y el coraje para seguir intentándolo, solo me queda decirles la siguiente frase:
“Si luchas puedes
perder, si no, ya has perdido”
Ánimo, y a seguir peleando por vuestro sueño :)